
Los rostros que lo rodeaban eran todos idénticos. Podrían haber estado esculpidos en piedra. Pero no una piedra tan dura como la que volvía a fusionarse alrededor de su alma. Su roca se soldó con una rapidez sorprendente; y se le añadió una capa extra, como la capa que se le añade a una perla, aunque ésta no cubría nada hermoso.
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