Él no dijo nada. Su rostro se había vuelto a cerrar y parecía mirar algo a lo lejos, algo terrible y desgarrador que sólo él podía ver. Pero no había únicamente pesar en su expresión. A través de todo su tembloroso control, ella pudo ver la expresión torturada de una culpa y soledad insoportables. Una expresión tan perdida y angustiada que ya se había colocado junto a él antes de darse cuenta de lo que hacía. Ella habló. No pareció oírla; iba a la deriva en su propio mundo de aflicción. [ …] Y entonces ella la vio, vio la angustia haciendo añicos su mirada, como si él ya no pudiera luchar más. La derrota a medida que los muros se desmoronaban por fin y veía lo que había debajo.Y entonces, sin poderlo evitar, él inclinó la cabeza hacia sus labios.
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